Una historia ridícula en nuestro club de lectura de la biblioteca Pilar Barnés



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En sus últimos libros hemos ido viendo como Landero se ha convertido en un autor de referencia digno descendiente de los grandes escritores que ha dado la historia de este país.

En “El balcón del invierno” vi al Landero más sentimental, al narrador capaz de emocionar con las palabras perfectas en cada momento, creí que ya había alcanzado la cumbre, que era imposible que sorprendiera a su público más fiel, pero llegaron La vida negociable, ”Lluvia fina” o “El huerto de Emerson”, alternando siempre literatura, dulzura y esa sagaz ironía que tanto admiro en él.

Y cada vez más, y cada vez mejor…

Porque en “Una historia ridícula”, el libro del que hoy he venido a hablarles, retoma ese tono tremendamente literario, pero a la misma vez cínico y burlesco que en ocasiones se merece el ser humano.

Marcial. Pobre Marcial, reconozco que me ha hecho reír porque he visto a muchos Marciales que pasan por este mundo, y ¡cuidado! porque cualquiera puede ser un pequeño Marcial, y puede ser que uno mismo llegue a darse cuenta, mientras lee, que es así de mediocre, un ser de los de querer y no poder. Una lectura que también me ha hecho sentir una profunda pena, como Don Quijote, porque hasta él tenía momentos lúcidos en que sentía pena de sí mismo.

Una historia ridícula, como ridícula es la apariencia de muchas personas que son solo eso, fachada, en este caso en lo relacionado con la cultura. A muchas de estas personas hoy las llamamos “cuñados”. Esos conocedores de todo tipo de temas de cultura y sociedad pero que se quedan en la pura anécdota, sin profundizar. Ya saben, esos que conocen los nombres de los autores y los títulos de todos los libros, pero de los que solo han leídos breves reseñas…, y esto me recuerda a aquellos que de tanto hablar sobre “El Quijote” llegan a creer que lo han leído.

“Estas cuestiones de los sentimientos no se dejan domar por las palabras, por más léxico que uno tenga, ni menos aun reducir a conceptos o someterse a las pesquisas filosóficas. Yo creo que solo los poetas, pero sobre todo los músicos, son capaces de explicar algo de esa ridícula catástrofe espiritual. Baste decir que de pronto mi vida, sin Pepita, carecía de sentido”

No dudo en absoluto que mucha gente pase un buen rato con este libro, incluso que se eche unas risas, pero como les decía, muchos también, como yo, sufrirán con esta lectura, y he sufrido porque Marcial no me ha parecido un “cuñado” cualquiera, quizá porque ha intercalado retazos de su infancia, esas infancias dificilísimas que marcan, esas que ya no te dejan crecer sin hacerte y hacer daño, confundiendo o fusionando, como Marcial, amor y odio. Y cuidado, porque estoy segura que muchos de los lectores compartirán gran parte de sus reflexiones, y quien más y quien menos se habrá sentido alguna vez un poco Marcial.

Luis Landero y sus historias me siguen interesando, su narrativa, aparentemente ligera y entretenida, tiene grandes cargas de profundidad, es una literatura muy meditada e inteligente. Y por todo eso, siempre he creído que es una buena decisión recomendar los libros de este autor. Tras la lectura de Una ridícula historia, seguiré en ello.





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