En el año 1887, un adolescente Onofre Bouvila llega a una pensión de Barcelona para intentar sobrevivir y ganarse la vida. Allí conocerá a personajes variopintos, algunos de los cuales le acompañarán durante el resto de su vida, en la que ascenderá desde un repartidor de panfletos anarquistas durante la Exposición Universal de 1888 hasta uno de los hombres de mayor poder de España en la Exposición Universal de 1929.
“La ciudad de los prodigios” (Seix Barral, 1986) es una novela de Eduardo Mendoza, ganador del Premio Cervantes 2016. Su entramado es perfecto y narra en paralelo la evolución de Onofre Bouvila y el crecimiento de la ciudad de Barcelona. Siempre con la violencia, la lucha de clases, el sarcasmo, el absurdo y el humor característicos de los libros de Mendoza (es difícil no sonreír imaginando a Antoni Gaudí subido a las torres del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia agitando los brazos, enfadado por el paso de aeronaves).
Porque esta novela, con su estilo narrativo sereno, tiene puntos en común con el resto de la obra del escritor barcelonés. Empezando por Barcelona, la ciudad predilecta del escritor, donde tienen lugar, de manera habitual, muchas de sus historias. En esta, Onofre Bouvila comienza como un muerto de hambre, hijo de un farsante que regresa de América fingiendo ser rico, hasta ser el eje de un entramado financiero y violento que domina la ciudad y prácticamente el país.
Con el paso de los años, Bouvila conocerá a la peor calaña de la ciudad porque pertenecerá a ella o le rondará de cerca. Desde el señor Braulio, el dueño de la pensión donde da inicio el libro (donde convive con la esposa de este y clientela como un barbero, un cura y una pitonisa), un hombre al que le gusta vestirse de la mujer y que le humillen; hasta Delfina, la hija del señor Braulio y que le mete en el mundo del anarquismo; o Efrén Castells, un gigante con el que Bouvila se alía en 1888 para vender un crecepelo falso y que se convertirá en su número dos de por vida.
“La ciudad de los prodigio”‘ recordará al lector varias novelas, pasadas y futuras, del Premio Cervantes 2016. Por un lado, a ‘La verdad sobre el caso Savolta‘ por la unión de anarquismo, lucha de clases y venta de armas en la Gran Guerra, dos temas comunes. Por otro, a la futura “Sin noticias de Gurb”, al hacer referencia en la novela que reseño ahora a la creencia en extraterrestres por parte de los habitantes de la ciudad de Barcelona.
Pero en esta ocasión hablamos de la novela más elaborada seguramente de Eduardo Mendoza, no solo porque transcurre durante más de 40 años. También por la calidad literaria, que en mi opinión mejora en conjunto a las novelas del detective anónimo y a otras como ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato‘. Con “La ciudad de los prodigios” nos muestra una novela más completa, con toques de humor absurdo, sátira y crítica como las visiones y conversaciones con los santas y santas que tienen los políticos que montan las dos Exposiciones Finales que valen como principio y fin de la novela.
Y es que Mendoza mezcla varios estilos en este libro, en el que como crece Bouvila, crece Barcelona, una ciudad de nuevo, como en “La verdad sobre el caso Savolta”, violenta y sucia. Desde la sátira hasta el gansterismo, viendo paso a paso cómo Onofre Bouvila asciende en el entramado de la delincuencia de Barcelona y se convierten en un prohombre, lo que suele suceder en muchos casos: líderes de mafias y grupos de delincuencia que son convertidos en héroes por los ciudadanos. Pasa de la nada al todo, del amor al desamor, de la inocencia a la crueldad, aunque sus manos nunca están directamente manchadas de sangre.
La vida de Onofre Bouvila consta de pocas verdades y muchas mentiras. De poca honestidad y muchos engaños. De desengaños y de magia, de fantasía, de prodigios e inventos en los que este hombre participará, como el intento de introducción del cinematógrafo en Barcelona y el levantamiento de un imperio cinematográfico. Porque Onofre Bouvila siempre intentará estar, a su manera, a la vanguardia. Algunas veces para ser vanguardista hay que tener buenas ideas, ingenio y dinero. Para otras, malas ideas, ingenio y dinero. Las dos versiones, la criminal y la artística, convergen en Bouvila.
Por eso es tan recomendable leer “La ciudad de los prodigios”, libro llevado al cine por Mario Camus en 1999. Porque presenta al lector una historia nada inocente, pero que muestra a un hombre con todo lo bueno y lo malo que puede tener un ser humano. Con la capacidad de perpetrar asesinatos de rivales y con la misma capacidad de enamorarse en el último tramo de su vida, cuando parece que ya lo ha vivido todo, pero los prodigios aún tienen hueco en el corazón.
Todo ello magníficamente ambientado entre las dos Exposiciones Universales de Barcelona de 1888 y 1929. Las dos las vivirá, de maneras muy diferentes, Onofre Bouvila. Una como adolescente que intenta que surja una revolución anarquista entre los operarios que la están construyendo en la zona del actual Parc de la Ciutadella. La otra, como un hombre maduro que ha disfrutado de la vida y la ha sufrido a partes iguales. Haciendo disfrutar y sufrir a otros muchos que han tenido la buena o la mala suerte de cruzarse en su camino.
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