Estupenda novela de José Luis Sampedro, 1985, donde se cuenta, con un lenguaje sencillo, capítulos cortos y una prosa deliciosa, una historia de choque generacional.
Bruno, un viejo partisano que luchó al sur de Italia durante la Segunda Guerra Mundial, está enfermo y debe viajar a Milán, a casa de uno de sus hijos, para que lo examine un afamado doctor.
Allí conocerá a su nieto Brunettino (de un año de vida) y la visión que tiene del mundo que lo rodea cambiará para siempre. Pasará de ser un viejo chapado a la antigua, pastor de montaña, homófobo y machista, a convertirse en el protector del niño, hacer de abuelo y de abuela, y trasmitirle un amor infinito hasta su último aliento. El cambio le lleva, incluso a conocer el amor y a valorar a la mujer como nunca antes lo hiciera
Los personajes y las situaciones son tan reales, de una naturalidad tan exagerada, que es fácil reconocer personas cercanas, peripecias que se repiten en otros lugares.
El título, «La sonrisa etrusca», alude a la enigmática y agradable sonrisa que adornaba las estatuas etruscas antes de que llegase el solemne y serio arte griego, tan importante que todas las figuras parecen notarios o banqueros. Esa sonrisa juega un papel clave en la novela y aparece en el desenlace. Uno de los mejores ejemplos de ese gesto es el que puede verse en el llamado «Sarcófago de los esposos», que se conserva en el Museo de Villa Giulia (Roma).
La historia fue llevada al cine en 2018, con la variante de que el abuelo es un escocés que viaja a EEUU.
"Que las cosas no vayan bien ahora no significa que nunca puedan llegar a cambiar"
Purificación Gázquez
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