Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin





Lucia Berlin (Juneau, Alaska, 1936-Marina del Rey, California, 2004) pertenece a esa clase de escritoras estadounidenses “perdidas y halladas en el templo”. En el templo de la literatura, en este caso. Es una especie de club involuntario al que pertenecen mujeres de vida difícil o problemática: Shirley Jackson, Anne Sexton, Elizabeth Smart, la misma Dorothy Parker… El caso de Berlin es peculiar porque empezó a publicar (no a escribir) muy tarde y sólo a finales del pasado siglo se la comenzó a leer y reconocer como una narradora excepcional.

Su escritura, aun estando dentro de la gran tradición americana del cuento que procede de Chéjov, es absolutamente singular. A Lydia Davis —otra gran cuentista— le recuerda la franqueza y objetividad de los relatos de un William Carlos Williams, y es cierto, aunque la vida agitada de Berlin, que impregna a los personajes y escenarios de sus cuentos, contrasta con la tranquila prosa del gran poeta. En realidad, todo cuanto relata Berlin tiene tal olor a verdad que resulta evidente el uso de su experiencia personal para componer sus cuentos. Conoce muy bien los mecanismos del relato, como demuestra en el titulado ‘Punto de vista’, un ejercicio de interrelación entre autora y personaje muy sugerente; en ‘Hasta la vista’ contemplamos el paso del tiempo sobre una relación, la felicidad que contiene y sobre los reflejos de esa felicidad cuando la vida se ha convertido simplemente en una costumbre; ‘Penas’ es una construcción literaria admirable del dolor escondido para aliviar otro dolor… En fin, para qué seguir: todo el libro es de primera.

Este libro es una antología de 43 relatos basados en la vida itinerante de la autora, una mujer muy bella, casada tres veces, alcohólica, que trabajó duramente en toda clase de oficios para mantener a sus cuatro hijos. Cuenta vidas desastradas en las que el desastre se acepta con normalidad; no tiene reparo en mostrar la miseria humana; la degradación, la vulgaridad, la fealdad, la suciedad aceptada ni la ternura o la emoción de los inadaptados. Sus personajes son gente maltratada por la vida y por sí mismos, pero también audaces, que van de frente, con una intrepidez y una inconsciencia admirables. En el orden de los cuentos se advierte el paso del tiempo sobre la autora, lo que nos permite ver en ella el trayecto de la juventud a la vejez, lo que resulta muy sugestivo.

Creo que nunca he leído a una mujer más inteligente, sensible, tierna y valiente que Lucia Berlin.

Fuente: elpais



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